domingo, 28 de abril de 2013

Problemas de género





Ayer encontré esta imagen en una página de Facebook y quise compartirla aquí, no para hacer ver que la gramática francesa carece de sentido, sino para probar la idea que yo tengo acerca del género gramatical: es lo más arbitrario que encontramos en las lenguas.

Digo arbitrario por dos razones. La primera: ¿por qué lenguas como el francés o el español gramaticalizan las diferencias sexuales de la realidad extralingüística y no otras diferencias, como la que hay entre seres animados e inanimados, entre cuerpos cuadrados o redondos, entre objetos concretos y abstracciones? En el español, y también en el francés, el género, representante lingüístico de las diferencias sexuales, “separa” los objetos del mundo que son “sustantivables” y los reúne en grupos paradigmáticos. Y es sencillo distinguir los objetos del mundo que, en verdad, se diferencian por el sexo (un primo de una prima, un abogado de una abogada, un enemigo de una enemiga). Pero aquí me consigo con la segunda razón de la híper-arbitrariedad del género: ¿por qué agrupamos, en un género u otro, sustantivos que designan realidades que no se diferencian de otras por el sexo? ¿Por qué una silla, una mano, una nube, una forma, una sacudida, una preposición, son femeninos? ¿Por qué son masculinos un triángulo, un planeta, un edificio, un concepto, un verbo?
La respuesta es sencilla: una vez que en la lengua se gramaticaliza una diferencia del mundo extralingüístico y se crean, a partir de esta gramaticalización, grupos paradigmáticos, todas las realidades designables en una lengua irán a uno u otro grupo, incluso si fuera de la lengua los referentes carecen de las propiedades que rigen la naturaleza de dichos grupos. Ya dentro de la lengua, sustantivos como libro o librería adquieren un género inherente y no es descabellado decir que uno es masculino y otro femenino. Por ello, en español una rivera es de género femenino pero un arroyo lo es del género masculino, así designen más o menos el mismo referente; por esta razón una jirafa es nombre femenino, aun cuando haya jirafas macho, y un jaguar es masculino, a pesar de que hay hembras dentro de esa especie animal. Y nadie contradice esta inherencia.
Así pues, la “decisión” lingüística de asociar la mayoría de los sustantivos a un género no depende de ningún otro factor que no sea la arbitrariedad que impera en el lenguaje. Si no es así, ¿por qué el carro, que es un sustantivo español masculino (y ningún hispanohablante discutirá eso), tiene su correspondiente francés en un sustantivo femenino, la voiture? Y una razón más para la arbitrariedad como característica arbitraria del género: aunque resulte paradójico, le feminisme y el feminismo son nombres masculinos, y la masculinité y la masculinidad son femeninos. Para un hablante de la lengua inglesa esto no tiene mucho sentido (en la lengua inglesa la gramaticalización del género no existe), pero si decimos en español *el masculinidad o *la feminismo los demás miembros de nuestra comunidad lingüística nos comen vivos. ¿No estoy en lo cierto?

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